Col·laboracions


CUATRO CARTAS A MANOLO Y A LOS QUE, VENIDOS DE FUERA DE CATALUNYA, QUIEREN SER CATALANES

PRIMERA CARTA

Amigo Manolo,

¿Por qué te escribo en castellano? Primero, porque a mi, como a tantos catalanes, me gusta el castellano. Segundo, para que des a leer estas mis cartas a tus compañeros a los que todavía les cuesta leer y tal vez también entender el catalán. Tercero, para que sepan lo más elemental sobre la historia de Catalunya y su problemática situación dentro del Estado Español. Es que voy a tratar temas muy importantes que nos conciernen a todos. Se trata del contencioso CATALUNYA-ESPAÑA; contencioso que ya dura demasiado. Se me ocurrió escribir estas cartas (así, en plural) pensando en unos castellano parlantes que, amables e inteligentes como tú, ya de entrada, me dijeron "háblanos en catalán, caramba, que así lo aprenderemos". Es con gente como vosotros que podríamos construir una España para todos...ese ideal todavía tan lejano. Lejano y difícil, porque ya hace demasiado tiempo que el concepto de una España "una", que ignora las nacionalidades que la componen, ha calado en la cabeza de tanta gente: la de aquellos pueblos que, en tiempos medievales, se dejaron absorber por Castilla. Desde entonces es de uso corriente hablar del "pueblo español", así, en singular.

Mi fuerte no es la historia, pero me parece que no me equivoco si afirmo que, la primera vez que se habló de "España" en singular, fue gracias a Javier de Burgos, ministro de Isabel II (mediados del siglo XIX), de manera que el singular "España" es relativamente moderno, sin tradición; es casi una moda. Siempre, hasta en los días del desgraciado "Decreto de Nueva Planta" se hablaba de "las Españas" o de los "reinos" de España. Lo corrobora el mismo escudo oficial de España, con el león, la torre, las cuatro barras, las cadenas y la granada. Un personaje como Marcelino Menéndez y Pelayo, afirma que la única unidad de España es la religión (la católica, por supuesto). Pero Don Marcelino ya no lo diría hoy, puesto que la religión (católica) se está diluyendo rápidamente; pero ese concepto de la unidad de España se mantiene intacta. En estos momentos precisamente nuestro actual Gobierno se ha propuesto atacar el uso del catalán. Espero que esto servirá de revulsivo para muchos catalanes dormidos.

Y, vamos a otro tema. Preguntado, el prestigioso periodista Caries Sentis, en la televisión catalana (en el programa "Un tomb per la vida") si era "independentista", contestó: "yo soy interdependentista ". Sin duda, con esta palabra, el famoso periodista definía lo que, para toda persona civilizada, así como para toda sociedad -también civilizada- es el ideal: reconocer que "dependemos los unos de los otros", que nos necesitamos unos a otros, lo que equivale a solidaridad, ayuda, respeto mutuo, etc. La "interdependencia" es la situación que resulta de un pacto consensuado en pie de igualdad, entre personas libres, es decir, independientes. Sin independencia no podría haber "interdependencia". Sólo un pueblo independiente puede pactar con otro igualmente independiente. Del pacto puede salir la alianza, y hasta una alianza perdurable. Catalunya, querido Manolo, es el resultado de líos dinásticos, de guerras y de ocupación; no de la voluntad de los catalanes, a los cuales nunca se les ha preguntado si querían ser españoles. Entonces ¿se puede hablar de "interdependencia" en España donde no se admite que haya otro pueblo con el cual pactar? Para los españoles, los catalanes constituyen una simple variedad regional del, según ellos, "único" pueblo español. Al inaugurarse la democracia, surgieron las autonomías bajo el lema "café para todos". "L’ égalité francesa”. Todos iguales.

Querido amigo; la igualdad puede equivaler a injusticia. Si todos debemos calzar el número 40, la mayor parte tendrían que ir descalzos. Lo justo es la equidad, es decir, el derecho a ser diferente. He aquí la cuestión. Lamento tener que decirlo: la animosidad, la aversión y hasta algunas veces el odio contra Catalunya, une las derechas con las izquierdas. El esfuerzo que la Generalitat hace para que la lengua catalana no se muera, es interpretado por muchos, como un ataque a la lengua española. En estos momentos la victoria de los partidos nacionalistas en Catalunya, ha puesto nerviosos a muchos españoles que temen por la "unidad". Cito varias veces a Elías de Tejada, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Granada, porque en su desconcertante libro -prohibido durante la dictadura franquista- "Las Españas" (Ediciones Ambos Mundos. Madrid, 1948) en medio de exagerados ditirambos a favor de Castilla, entrevé una España plural: de ahí el título.

Esta vez lo cito porque me parece que explica esa animosidad española por la soberbia y voracidad castellana por él atribuida a Castilla, a la cual Catalunya siempre se ha resistido. En su estudio comparativo entre Castilla y Roma se expresa así: "Roma y Castilla serían ejemplos paradigmáticos de dos rincones de la tierra, poblados por unos cuantos hombres belicosos, soldados más del afán que de la esperanza, quienes luchan contra la vecindad y contra la geografía hasta imponer el sello de su casta sobre millones de vivos y millares de ciudades. Coinciden en una ambición viril, así como en la falta de adaptabilidad a las condiciones de los subyugados... En Castilla más rotundamente todavía que en Roma, porque, no contentos con no transigir con la lengua ni con las leyes de los sometidos, los castellanos imponen una cosa en que los romanos mismos fueron transigentes- la fe.

Esto lo sabe sobradamente Catalunya, por experiencia. La serie de multas impuestas a los catalanes por hablar o escribir en catalán en Catalunya, su propio país, es incalculable. Por el contrario, en Catalunya nunca nadie ha sido multado o molestado por hablar o escribir en otra lengua fuera del catalán. Cuántas veces, en -por ejemplo- una reunión de vecinos catalano parlantes todos menos uno, este uno se ha impuesto a los demás exigiendo que la sesión se tuviera en castellano. Los esfuerzos para españolizar Catalunya, desde los legales hasta los de la fuerza bruta, han fracasado. Catalunya es un hueso duro de roer para el "españolismo". Esta resistencia da la razón al aforismo francés: "chassez le naturel, il revient au galop". Obligar a los catalanes a españolizarse, es ir "contra nauram". Por esto, cada vez que se ha intentado, al final el resultado ha sido nulo.

A veces parece que los catalanes no se dan cuenta de su diferencia, con lo evidente que es. No sólo la lengua, sino las costumbres: los catalanes utilizan el tenedor, los españoles la cuchara (notaba un turista); lo es el talante: el catalán todo "lo hace": hace gasolina (repostar), ha hecho el Montblanc, un universitario hace Derecho... y con la novia "hace bracet". ¿Quién no recuerda el martilleo de la frase "Castilla ha nacido para mandar" durante el período franquista. Pero Catalunya no ha nacido para obedecer, sino para pactar. Catalunya "es" y sigue su curso. A pesar del limitado poder que ahora la autonomía le concede (según los catalanes, sería más ajustado decir que "le restituye"), Catalunya se mueve... La Generalitat sugiere la instalación del TGV para unir España con Europa (sugerencia recogida por el Gobierno central que lo hace realidad para unir España... con España). Celebra unos Juegos Olímpicos hasta ahora los más importantes y los mejor organizados de la historia que transforman Barcelona en punto de mira de todo el mundo y la dejan convertida en una metrópolis. Veremos qué pasa con el tambaleante catalán. Quisiera poder aplicarle el dístico que figuraba en el dintel del antiguo hospital de Ripoll: lucidior surge, post mortem ad nihilum bis Marte redacta (resurjió más brillante, después de muerta y, reducida dos veces a la nada por Marte (la guerra).

Querido Manolo: Catalunya debe mucho a los que, como tú, se sienten catalanes. De entre "los otros catalanes" de Francisco Candel ya hay Pérez, Sánchez, Gutiérrez, etc. que lo hablan y que lo escriben; incluso hay periodistas, literatos y hasta profesores de catalán. Ya veremos. Hay fundados motivos de esperanza. No hay motivos para asustarse del “nacionalismo catalán”. Decir nacionalismo es decir fronteras; pero, de las puramente naturales, las que forman parte de la identidad de un pueblo y sirven no para separar sino para unir los pueblos unos con otros, y para enriquecer la cultura de unos y otros. Este es el nacionalismo catalán. Es el sentimiento profundo de pertenecer a un pueblo con personalidad propia; ni mejor ni peor que otro, simplemente, diferente; con una serie de características que lo hacen inconfundible: la lengua, la cultura, el talante... y la historia que lo ha moldeado. Este pueblo, en el lenguaje hoy admitido por todo el mundo, es una "nación", con estado o sin él. Viene al caso llamar la atención sobre la resistencia que sienten muchos españoles en aceptar que pueda haber una nación sin estado. Para ellos nación y estado son sinónimos. Hay estados con dos naciones (Bélgica) y una nación con dos estados (Irlanda). Un españolista contestará que, "muy bien; pero que esto no cuenta para España". Spain is different.
Continuaremos. Hasta pronto.

J. ROVIRA TENAS

 

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